
En la más alta torre,
en la fría noche,
cuando todos tendrían que estar durmiendo,
hay dos seres despiertos.
Inquietos por las predicciones.
Allá arriba,
dos hermanas se observan,
idénticas como gotas de agua,
y a la vez diferentes,
se sostienen la mirada,
aguardando a que una diga algo.
Las dos han soñado,
las dos han temido,
las dos han visto
y sólo una conoce el oscuro secreto.
La predicción mostraba masacres,
gente muerta,
carbonizada,
agonizando,
y en medio de todo ese terror,
aparece una delgada figura,
que cubierta con una capa,
enfunda en su mano el arma de las calamidades.
Las gemelas se observan,
una se decide.
Se estira en el suelo
y le pide a su hermana que la envía a la predicción,
y de esa manera acabar con la pesadilla.
Ella asiente y coge su violín,
cierra los ojos,
las cuerdas vibran al ser frotadas,
su gemela ya ha entrado en trance.
"La gemela abre los ojos,
todo es fuego y destrucción a su alrededor,
se encuentra dentro de la predicción.
Avanza entre los cuerpos muertos,
hasta que vislumbra a la delgada figura.
Coge un hierro del suelo
y se acerca lentamente.
Ya la tiene justo enfrente,
levanta el hierro y se avalanza encima de ella.
Justo en ese momento,
la figura se gira.
La gemela cae al suelo,
gime, se toca el estómago,
está brotando sangre,
levanta la vista para ver a su asesino.
La gemela llora, mira al asesino
y le pregunta: ¿ Por qué?
El asesino aprieta su cuello con la espada,
hasta que empieza a sangrar.
Antes de matarla,
la levanta por el cuello y se la acerca.
Es nuestro castigo, le susurra al oído,
le observa la cara
y besa sus labios temblorosos.
Arremete su espada y le corta la cabeza.
La cabeza de la gemela cae pesadamente contra el suelo,
con los ojos abiertos cubiertos de lágrimas.
Su asesino se queda observando su cuerpo degollado.
Levanta su mano,
ensangrentada,
manchadas de culpa,
observa su espada,
esta también teñida de rojo.
Observa el cielo,
cubierto por nubes negras.
Grita,
no de alegría,
tampoco de culpabilidad,
mas bien de frustración."
La gemela deja de tocar el violín,
observa a su gemela,
tendida en el suelo,
con las manos entrecruzadas sobre su pecho,
parece una princesa de cuento,
esperando el beso del príncipe,
y así despertar de su letargo.
Pero la gemela sabe que es imposible,
ella ya está muerta.
No volverá a abrir los ojos jamás.
Se quita la rosa del pelo,
y la pone en las manos de su gemela.
Observa fijamente su violín,
sin darse cuenta,
lo tiene tan aferrado que sangran sus manos,
lo tira contra el suelo.
Se rompe en mil pedazos,
vuelve a mirar sus manos,
sin herida alguna,
pero manchadas de sangre.
Vuelve a mirar a su gemela,
le toca el pelo,
tan liso y suave,
ya no podrá volver a peinarlo jamás,
toca sus fríos labios,
ua no volverá a oír su cantarina voz,
se acerca lentamente,
y besa sus helados labios,
por última vez.
Se levanta del suelo,
se aleja de ella,
lentamente,
sin despegar su mirada de ella,
choca contra la columna.
La toca con la mano,
aun sin despegar la mirada de su gemela,
busca la otra columna,
ya está entre las dos columnas,
a su espalda no hay más que vacío,
y una caída fatal.
Inspira hondo,
se sujeta bien a las columnas,
y se empuja hacia atrás.
Cae,
se precipita al vacío,
aun sin despegar la vista de la alta torre,
derrama un tímida lágrima
y aulla a la Luna.
Grita,
grita por su gemela muerta,
grita por su amor prohibido
y grita por el terrible destino que les auguraron.
Nadie las molestará jamás,
nadie volverá a señalarlas con el dedo.
Ahora podrán estar juntas,
sin prejuicios.
Mientras las otras parejas gritan,
se estremezen en la oscura sociedad,
las gemelas están en la blanca luz de la eternidad.