
Nos encontramos en el claro de un bosque, por donde entran los rayos del sol que iluminan la pequeña figura de una niña. Al notar el calor del sol, abre los ojos y se despereza.
Observa su entorno detenidamente, cierra los ojos, y al cabo de un momento, delante de la niña aparece un pequeño dragón. Este se pone a rugir alegremente, la pequeña abre los ojos, sonríe y se pone a jugar con él. Entonces vuelve a cerrar los ojos y a continuación aparece un gran castillo con un lago, todo rodeado de flores.
Ella crea un vestidito de princesa; un vestido blanco que le llega hasta los pies, con un gran lacito rosa en la cintura, y encima de su cabello rubio una corona. Al cabo de un rato, van apareciendo más cosas como gigantes, gnomos, duendes, elfos, sirenas, unicornios, hadas...
La niña está feliz y va a jugar con sus nuevos amigos. Pasan los años alegremente, hasta que la niña cumple los 12; sus amigos le han hecho muchos regalos, y ella rebosa de felicidad.
Pero un día, aparece un señor en el claro del bosque. El señor observa detenidamente como la niña juega con sus amigos. Avanza unos pasos hacia ella, sus amigos se interponen entre ellos pues perciben que es alguien malo.
-Hola-dice el señor. La niña le mira a los ojos. Con sus ojos llenos de imaginación, ternura, ingenuidad y... magia.
-Hola- contesta ella con una sonrisa.
La niña hace un simple gesto con la mano y sus amigos se apartan de entre ellos dos.
La niña le indica que se siente a su lado. Él asiente y así lo hace. Miran cómo los personajes juegan entre ellos, cuando el señor se decide a hablar.
-¿Qué son?
Ella no gira la cabeza, sigue observando a sus amigos.
-Mis amigos, obviamente.
Él niega con la cabeza, ya que no le ha contestado su pregunta.
-No te he preguntado eso. ¿Qué son?
Entonces se gira para observarle; su cara muestra un estado de confusión.
- No te comprendo.
Él suspira y busca las palabras adecuadas para explicarle.
-Para que entiendas mi pregunta, contéstame ésta: ¿Tú qué eres?
Ella se ríe.
-¿No resulta algo obvio?-dicho eso, vuelve a reír. Él no muestra sentimiento alguno, aparte de una mirada pétrea.
-Dímelo.
La niña va frenando su risa, se seca las lágrimas de tanto reír. Se señala a ella misma y dice:
-Soy una princesa.
Él pone los ojos en blanco, “¿Ésta cría me está tomando el pelo, o qué?”. Reprime su ira y vuelve a decir:
-Dime qué eres, y por favor, sé seria.
Ella le mira sin comprender.
-Soy una princesa.
Él la observa, parece como si se creyera lo que dice. Se queda meditando unos segundos hasta que una voz alegre le dice:
-Se me olvidaba preguntarte por qué has venido aquí.
El señor se queda mirando el horizonte.
-He venido a buscarte.
La niña se asusta y sus amigos la protegen con sus cuerpos. El señor se acerca y se para enfrente de ellos.
-Tienes que venir conmigo.
-No quiero-le contesta la niña con una voz segura e impasible.
El señor se muestra contrariado, pues creía que la tarea le sería fácil.
-No te he preguntado tu opinión. Si digo que vienes, vienes y punto.
Pero sus palabras no cambian la atmósfera en absoluto, la niña sigue impasible. Entonces, decide probar otra táctica.
-Tus amigos no son reales.
-Sí lo son-contesta, tocando a una hada que se le ha puesto encima del hombro.
-No, no lo son. Son fruto de tu imaginación.
-¡NO!-grita la niña enfadada.
El señor da dos pasos atrás, pero sabe que tiene la batalla ganada.
-Sí, sí lo son. Estos personajes no son reales. Son simple fantasía.
-¡Son reales! ¡¿Es que no los ves con tus propios ojos?!
El señor esboza una sonrisa maliciosa y la niña se estremece.
-Los puedo ver porque tú lo quieres así. Si hubieras imaginado que sólo los veías tú, yo obviamente no los vería y pensaría que estás loca.
Entonces, sucede, los amigos de la niña empiezan a volverse transparentes.
-¡NOO!-grita la niña desesperada. Intenta atraparlos con las manos pero los traspasa.
-¿Qué has hecho?-dice la niña temblando.
-He devuelto a tus amigos a donde pertenecen; simple fantasía sin importancia, donde vas, no vas a necesitar todas estas cursilerías.-dice el señor sonriendo.
La niña sigue intentando atraparlos, pero es inútil, sus amigos desaparecen, igual que el castillo y el lago.
Vuelve a ser un simple claro en el bosque, su precioso vestido y la corona también desaparecen. La niña ve como su ropa queda sustituida por un simple vestido negro. La niña contempla su claro, donde antes había todo lo que quería. Su cara está llena de lágrimas, sus piernas ceden y cae al suelo.
El señor se acerca. La niña levanta el rostro, aún humedecido por las lágrimas.
-Eres un monstruo-dice la niña.
El señor pone los ojos en blanco y la agarra por el brazo.
-Vamos.
Arrastra a la niña hasta afuera del bosque, desde allí, la niña ve unas montañas con formas raras, rectangulares, verticales y algo pequeño que parecían ventanas. Todo estaba envuelto por una niebla negra.
-¿Qué es eso?-pregunta la niña en medio de un susurro.
-El mundo de los mayores.