Choose your language in the shadows

lunes, 30 de agosto de 2010

Regreso

¿ Que tenemos en común la malas hierbas y las sombras? Que nunca desaparecen.

Tumba


Pala dentro, pala fuera. Pala dentro, pala fuera.

El Sol ya no está en lo más alto, empieza a retirarse. Tengo que darme prisa.

Pala dentro, pala fuera. Pala dentro, pala fuera.

Un cuervo se posa en la rama del árbol más cercano. Grazna. Yo le grazno a él. Mueve sus alas y reprende su vuelo.

Pala dentro, pala fuera. Pala dentro, pala fuera.

Oigo pasos que se acercan. ¿ Ya llega? ¿ Tan pronto?

Los pasos són cortos y rápidos; por el rabillo del ojo veo a un niño. Me mira. Yo sigo cavando con la pala.

Pala dentro, pala fuera. Pala dentro, pala fuera. Mira a su alrededor y se sienta en una gran roca y me observa. Mueve las piernas en el aire, y sigue observando como voy haciendo un agujero y saco más arena.

-¿ Por qué sacas arena?

- Para hacer un agujero.

-¿ Y por qué haces un agujero?

- Para enterrar a una persona.

- ¿ Y por qué vas a enterrar a una persona?

- Porque va a morir.

-¿ Y por qué va a morir?

- Porque me hizo daño.

- ¿ Te hirió?

-Sí, me me hizo mucho daño, aún sangro.

- ¿ Y por dónde sangras?

- Dentro de mí, mi corazón se está rompiéndo.

- ¿ Y te vas a curar?

- Si.

- ¿ Cuándo?

-Pronto, muy pronto.

Pala dentro, pala fuera. Pala dentro, pala fuera.

Listos ya está el agujero. Me sacudo la arena de encima, cojo la pala, y ahora sí, miro al niño.

Está balanceándose en la roca con una ramita en la mano y que la mueve en el aire, haciendo círculos.

- ¿ Ya has acabado el agujero?

- Si, ya está.

- ¿ Y ahora que vas a hacer?

- Esperar.

- ¿ Esperar a quién?

- Al que me hizo daño.

- ¿ Vendrá aquí?

- Si.

- ¿ Por qué?

- Porque se lo dije yo.

- ¿ Y vendrá?

- Si.

- ¿ Por qué?

- Porque no puede faltar.

- ¿ Por qué no?

- Porque hay una sorpresa.

- ¿ Para quién?

- Para él.

- ¿ Y que és?

- Una fiesta.

- ¿ Lo sabe él?

- No, es una sorpresa.

- ¿ Le hará ilusión?

- No tanto como a mí.

- ¿ Por qué?

- Porque le espera un regalo.

- ¿ Un regalo?

- Si.

- ¿ Qué regalo?

- Uno muy especial.

- ¿ Se lo esperará?

- Ni en sus peores pesadillas lo esperaría.

- ¿ Y cuando vendrá?

- Enseguida, ahora toca esconderse.

- ¿ Los dos?

- Si.

- ¿ Por qué?

- Para darle una sorpresa.

- ¿ Se la haremos los dos?

- Sí, tu me ayudarás. ¿ Oyes? Ya se acercan unos pasos. Corre. Nos esconderemos detrás de estos arbustos.

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Al final había decidido ir. No sabía aún porqué., pero mi cuerpo se puso en marcha sólo. Esa mañana había recibido un correo citándome aquí a medianoche. La Luna ya estaba en lo más alto. Todo estaba oscuro y frío, muy frío. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

En medio de la oscuridad, me pareció ver algo. Me acerqué. Había una montaña de arena y al lado un agujero. Me asomé con cuidado en él, no podía ver el final. De repente, alguien me empujó. Grité, pero mi garganta ya se había quedado sin voz y aún no había llegado al fondo. Esperé la caída final. Cuando llegó, mi cuerpo rebotó contra él. Me toqué la cabeza dolorida.

Miré hacia arriba y me pareció dislumbrar dos figuras, una más grande que la otra. Pero una figura me era muy familiar, y para cuando me quise dar cuenta, perdí el conocimiento...


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- ¿ Y ahora que hacemos?

- Devolver la arena a su sitio.

- ¿ Y el hombre?

- Le hará compañía la arena.

- ¿ Seguro?

- Segurísimo.

- ¿ Y si se aburre?

- Que cuente los granos de arena.

- ¿ Y si tiene hambre?

- Que coma gusanos o bichos que viven bajo tierra.
Arena, arena, más arena.
- ¿ No le costará respirar?
- Esa es la gracia.
- ¿ Y tu regalo?
- Lo estoy acabando.
El niño se asoma en el agujero, aún se ve la cara de él.
- Está inconsciente. ¿ Cuando verá tu regalo?
- Cuando despierte.
- ¿ Lo hará pronto?
- Quien sabe, puede que sí.
Arena, arena, más arena. Ya voy por la mitad. Augmento el ritmo. Arena, arena, más arena.
- Esto está mal.
- ¿ El que está mal?
- Lo que estás haciendo.
- ¿ Por qué?
- Porque estás enterrando a una persona viva.
- ¿ Y?
- Las tumbas son para las personas muertas.
- Pero enseguida él también lo será.
- ¿ Tu crees?
- Segurísimo.
- Pero yo quiero ver su cara cuando vea tu regalo.
- Eso no va a ser posible, a no ser que quieras unirte a él.
Negó con la cabeza, se tumbó al suelo y apoyado en sus codos y balanceando las piernas, miraba como iba tirando más arena. Arena, arena, más arena.
- ¿ Le gustará tu regalo?
- Por supuesto.
- ¿ Será feliz?
- No creo que sea la palabra exacta.
- ¿ Se quedará mudo de la impresión?
- Yo no habría sabido decirlo mejor.
Arena, arena, más arena. Acabé, ya estaba toda la arena en su sitio de nuevo. Igualé toda la arena, miré la tumba y me senté en la gran roca donde antes estaba el niño.
- ¿ Y ahora que harás?
- Esperar.
- ¿ Esperar el qué?
- Esperar la reacción de él.
- ¿ Cuando vea tu regalo?
- Si.
Empezé a escuchar una leve voz que provenía de allí. Me levanté y acerqué la oreja a la tumba. Sonreí, y seguí escuchando.
- ¿ Se despertó?
- Si.
- ¿ Le gusta?
- Le fascina.
-¿ Puedo escuchar yo también?
- Claro.
El niño se acerca y pone la oreja al suelo él también.
- Grita mucho.
- Eso es porque le gusta mucho.
- ¿ Pero aún está vivo?
- No por mucho tiempo.
- ¿ Y cuando morirá?
- Cuando no le oigas gritar más.
Pasamos un buen rato escuchando, el niño siguió escuchando pero yo me cansé enseguida y me senté en la piedra.
- Ya no lo escucho.
Levanté la mirada, dejé las hojas con las que estaba jugando y me acerqué a él. Acerqué la oreja al suelo. Sonreí ampliamente.
- Murió.
- ¿ Tan pronto?
- Se devió cansar pronto del regalo.
El niño se levantó del suelo, se quitó la arena de los pantalones y me miró con cara de preocupación.
- ¿ Iré al Infierno?
- No lo se.
- Mamá dijo que matar a alguien es pecado.
- Técnicamente no lo ha matado ninguno de los dos.
- ¿ Entonces quien fue?
- La misma tierra lo mató.
- ¿ Entonces iré al Cielo?
- No lo creo.
- ¡ Pero yo no hice nada malo!
- Cierto, pero viste lo sucedido y no me lo impedistes.
- ¡ Pero eres mucho más grande que yo!
- Seguramente, si hubieras intentado impedírmelo o decírselo a alguien, le habrías echo compañía a él.
- Pero yo no quiero ir al Infierno, mamá dice que es un sitio horrible. El niño empezó a temblar de cabeza a los pies.
Suspiré y me acerqué a él. Me agaché para estar a la misma altura que él.
- Yo se una manera de no ir al Infierno.
- ¿ De verdad?
- De verdad de la buena.
- ¿ Que harás?
- Te convertiré en algo que podrá volar libre por el cielo.
- ¿ Podré volar?
- Sí.
- ¡ Que bien!
- Pero tienes que darme algo a cambio.
- No tengo dinero.
- No quiero tu dinero.
- No tengo ropa valiosa.
- No quiero tu ropa valiosa.
- ¿ Que quiéres de mí?
- Tu alma y tu fe ciega en mí. Me miró con cara confundida.
- ¿ Dolerá?
- En absoluto.
- Entonces sí.
- Cierra los ojos.
Cerró los ojos, me levanté, puse mis manos en su cabeza, inspiré su olor. Le murmuré al oído, y lentamente empezóa surgir efecto. Empezó a salirle plumas por todo el cuerpo, la nariz y la boca se juntaron y se alargaron.
- Puedes abrir los ojos.
Los abrió. Miró sus alas, las movió y alzó el vuelo. Tenía los ojos rojos como la sangre y las plumas negras como el carbón. Voló en círculos alrededor mío.
Cogí la pala de nuevo, la cogí con las dos manos y la clavé en el suelo. Se convirtió en un bonito bastón puntiagudo con una piedra roja.
Silvé con los dedos. Respondieron dos graznidos. Inmediatamente aparecieron dos cuervos. Miraron con extrañeza al nueva cuervo, pero enseguisa se comprendieron entre ellos.
Entretanto, me puse la capucha encima de mi cabeza, y sin mirar atrás, seguí mi camino hacia la nada. Con los cuervos detrás siguiéndome y la gran Luna observándome desde los altos cielos.
Que suenen las trompetas del Apocalipsis. Regresé, mis queridas sombras. Ya he empezado a ponerme al dia con vuestros blogs y correos.
Nos esperan muchos momentos para pasar todos juntos, ¿ Estaís preparados para lo que se avecina?