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jueves, 31 de octubre de 2013

Los títeres

“Cantar cantar
Pequeños títeres,
Volveremos a tener invitado esta noche.
Cantar cantar
Que os escuchen bien todos los ilusos,
Esta noche también será especial”

Mientras los títeres seguían con su canción, de las sombras emergió una figura. Llevaba una capucha roja tapando el rostro y  arrastraba tras de sí algo por el suelo. Lo dejó en el suelo, y con el pie le dio la vuelta; era un hombre, inconsciente.

“Quien es
¿Quién es?
Lo queremos saber
Quien es
¿Quién es?
¿Nos lo podemos comer?”

-No es comida, será uno de vosotros dentro de poco

“Ji ji ji
Jo jo jo
Uno de nosotros será,
Y muy bien se lo pasará,
¡Despierta despierta dormilón!
¡Que empieza ya la función!”

-¡Callaos! Y los pequeños títeres callaron a la vez. Pronto despertará, pero antes quiero hacerle una sorpresa. ¿No os gustaría que le montáramos una fiesta de bienvenida?

“Si si si
¡Es noche de celebración!
Una fiesta le haremos,
Pues la bienvenida le queremos dar
Pero shhh shhh
Que sorpresa ha de ser,
El invitado no nos puede escuchar”

-Exacto, cuando despierte, todos tenéis que estar callados. Apagaremos las luces, y cuando dé la señal, encendéis las luces y le dais la bienvenida. ¿Lo habéis entendido?

“Las luces apagaremos,
Y en silencio estaremos,
El invitado ni nos verá ni nos escuchará,
Y cuando menos se lo espere,
¡Tachín tachán!
¡Qué sorpresa se va a llevar!”

La figura encapuchada puso al hombre en una silla y le ató las manos y los pies. La figura apagó las luces y mientras se escondía en la oscuridad, los títeres seguían cuchicheando y pidiendo silencio…

El hombre gruñó, empezaba a despertarse. Cuando abrió los ojos, deseó no haberlo hecho. No sabía dónde se encontraba, tampoco como había llegado. Intentó levantarse, pero se volvió a caer en la silla. Estaba inmovilizado, no podía mover los pies ni los brazos; intentó levantarse, arrastrar la silla, pero fue inútil. La silla no se movía. Intentó distinguir algo, pero era tan oscuro que no podía ver nada. Trató de escuchar entonces,  pero el silencio es lo único que había.

-¿Hola? ¿Hay alguien?

Y de repente se encendieron las luces, el hombre se quedó ciego por un momento, Pero cuando pudo volver a ver, vio que no se encontraba sólo. Delante de él había un montón de estanterías, tantas que llegaban hasta el alto techo, y allí, con sus piernecitas colgando, había títeres. Y como si de una tormenta se tratase, todos los títeres se pusieron a cantar, descoordinados esta vez, y no se les entendía lo que decían. El hombre estaba asustado, si era un sueño, quería despertar.

-¿Pero qué modales son estos chicos? ¿Cuántas veces os tengo que decir que cantéis a la vez y no cada uno a su aire?

El hombre se giró a su derecha; vio a una figura encapuchada con una capa roja, apoyado en el respaldo de la silla.

-Los tendrás que perdonar, siempre que hay visita se ponen nerviosos pero te lo puedo asegurar; cantan maravillosamente.

El hombre intentó ver a su interlocutor, pero la capucha no le dejaba ver el rostro. Aunque sabía que su interlocutor era mujer; pudo ver su larga melena que salía de la capucha, su delgada figura y había escuchado su voz, la voz de una mujer.

-A ver chicos, silencio.

Los títeres callaron, y el hombre habría jurado que habían entrelazado las manos, y miraban expectantes. Pero era absurdo, tan sólo eran títeres.

-Venga. Esta vez, todos juntos ¿De acuerdo? Uno, dos y…

“Ja ja ja
Ji ji ji
Bienvenido
¡Bienvenido seas!
Bienvenido a nuestra casa,
Te va a encantar,
Cada noche hay fiesta,
Y un nuevo invitado al cuál recibir.
Ja ja ja
Ji ji ji,
Bienvenido
¡Bienvenido seas!
Esta noche eres afortunado,
Serás el protagonista de la fiesta,
Di adiós
¡Adiós!
Hasta pronto luz del sol,
Y di hola
¡Hola!
Jamás saldrás de aquí…”

Los títeres callaron, y la mujer encapuchado aplaudió.

-¡Bravo! ¿No te dije que cantaban genial? Son unos verdaderos artistas.

El hombre miró a los títeres, ellos también aplaudían, uno incluso hizo una pequeña reverencia. La figura se movió de su lado y tocó la cabeza de algunos títeres. Entonces se giró y se quitó la capucha; era una mujer muy bella, pero había algo en ella que le daba miedo.

-Bienvenido seas, ¿Quieres comer algo? -Se acercó a una mesa, llena de comida y copas- Tengo alcohol también.

-¿Quién coño eres tú? ¡Desátame de una puta vez!

“¡Cállate! ¡Cállate!
¿Cómo te atreves a hablarle así?
Que invitado más grosero,
A la olla por malo irá,
¡Malo! ¡Malo!
Hoy nuestra cena serás”

-Calmaos chicos. La mujer hizo aparecer  un sillón y se sentó enfrente del hombre.

-¡Que me desates puta!

-Shhh, tranquilo hombrecito. Enfadado no conseguirás nada.

Pero el hombre siguió gritando improperios y moviéndose en la silla, mientras la mujer lo observaba y flotaba hasta ella una copa y una botella. Cuando el hombre se calmó, la mujer bebió el último trago de la copa y se sirvió más.

-¿Ahora querrás hablar o seguirás maldiciendo?

El hombre miró enfurecido a la mujer, pero no dijo nada.

-Así me gusta, calladito. Muy bien. Ahora te explicaré que has de hacer para salir de aquí; es tan sencillo como contestarme a una pregunta. Pero cuidado, no sirve una respuesta cualquiera, tiene que gustarme; y la pregunta es: ¿Si pudieras pedir un deseo, que pedirías?

El hombre miró receloso a la mujer; ¿Qué tipo de respuesta tenía que darle? ¿Quería inmortalidad? ¿La paz mundial? ¿Dinero? ¿Un mundo mejor? ¿Ser Dios? ¿Ser poderoso? ¿Erradicar la pobreza? ¿Igualdad?... Pero se le ocurrió algo; le podría servir, las mujeres nunca se resistían a este tipo de cosas. Así que miró fijamente a la mujer.

-Si pudiera pedir un deseo… Pediría ser tu media naranja; aquel que te comprende y te entiende. Que puedes confiar en él y que sabes que te querrá para siempre ya que estaba predestinado…

El hombre observó a la mujer; parecía absorta. Seguramente estaba digiriendo la declaración que le había dado… Pero no era el caso, la mujer se echó a reír. Se cayó del sillón y se quedó en el suelo riendo; hasta los títeres se unieron a sus risas. Estuvieron un buen rato riéndose, cuando la mujer parecía que se había calmado un poco, se levantó y se volvió a sentar en el sillón.

-Mi media naranja dices, hombre tenías que ser.

La mujer se levantó y se inclinó ante él.

-¿Realmente creías que eso te funcionaria? ¿En serio?

La mujer suspiró y se fue a las estanterías.

-Chicos, es todo vuestro.

Los títeres gritaron alegres. La mujer se puso otra vez la capucha y se dirigió a la puerta.

-Voy a ver si encuentro algo más interesante. Cuando vuelva no quiero ver nada manchado, ¿Me habéis oído?

Los títeres seguían haciendo jaleo cuando la mujer se fue. El hombre se había quedado solo con ellos.

“Ji ji ji
Jo jo jo
Solos al fin,
No más interrupciones
Ju ju ju
Jo jo jo
Es la hora del festín”

Los títeres saltaron de las estanterías; brincaban, hacían volteretas mientras se acercaban al hombre.

“Ja ja ja
Je je je
A comer
¡A comer se ha dicho!
Carne
¡Carne para todos!
Ropa sosa sosa,
A la hoguera que molesta
El pelo también es un estorbo
Limpito
¡Bien limpito quedará!
Y entonces nos lo comeremos
¡Ñam!
¡Todo!
Todo nos lo comeremos
Ni migaja dejaremos
Los niños buenos no dejan nada
¡Se lo comen todo!
Y la habitación bien limpita
¡Nada sucio!
Si queda algo sucio
Ella se enfadará
No no no
¡Somos chicos buenos!
Y no mancharemos nada
Así cuando ella vuelva
¡Nos obsequiará con otro invitado!
Ji ji ji
Jo jo jo
Grita grita
Nadie te ayudará
Nuestra cena serás
¡Que nos aproveche!
¡Gracias!
Que empiece
¡Que empiece el festín!”